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Smoking room

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  • Autor
  • Año de publicación 2003
  • Idioma Otros
  • Publicado por Ocho y Medio
Descripción
Citación recomendada (normas APA)
J.D. Wallovits, "Smoking room", -:Ocho y Medio, 2003. Consultado en línea en la Biblioteca Digital de Bogotá (https://www.bibliotecadigitaldebogota.gov.co/resources/2044914/), el día 2025-08-18.

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Imagen de apoyo de  Todas mis cosas en tus bolsillos

Todas mis cosas en tus bolsillos

Por: Fernando Molano Vargas | Fecha: 2019

"Estos casi no son poemas de amor. Son poemas de mi amor. De un amor, quiero decir. Y son también de mi deseo. Así ¿a quién más que a mi novio, o a aquellos amigos cercanos que me quieren, o a mí, podrían interesar? Temo que para otros podrían resultar muy aburridos. Es probable. Porque Fray Luis comentó algo acerca de un pasaje del libro que Salomón le hizo a su amada: si alguien ve de lejos, sin oír la música que los anima, a una pareja que baila, así, sordo, solo verá un par de monigotes moverse como idiotas. Y es cierto. Pero fray Luis también creía que justamente por eso valen, y son bellos, los escritos sobre amores. Porque a veces evocan esa música; la que los dos danzaron. Acaso, a pesar de mi torpeza, haya sido yo capaz de hacer sonar algo de ella en estas líneas. Ojalá así sea". -          Fernando Molano Vargas, en 1997 "Todas mis cosas en tus bolsillos es un conjunto de vestigios e invocaciones del amor a un ausente, y están escritos al filo de la propia ausencia; es un collar de poemas de muerte, como lo son todos los poemas de 'un amor'". -          Del prólogo escrito por Carolina Sanín
  • Temas:
  • Poesía

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Todas mis cosas en tus bolsillos

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Imagen de apoyo de  El Colombiano: periódico político, religioso, literario, noticioso y de variedades - Año III N. 263

El Colombiano: periódico político, religioso, literario, noticioso y de variedades - Año III N. 263

Por: | Fecha: 13/08/1903

EPOCA II-Año JII República de Colombia, Bogotá, jueves 13 de Agosto de 1903 Número 263 Primer Directol', pr ..!:: ~~ Hace toda clase de operacioness de Recibe á comisión toda clase de mer- ~~~~OOO600~~~oMMM~~~~~~~~~~~ ~ El más fino y el más barato ~r .~ ~ ~ ~~ ~a~~~I ~~~~.a intereses á la rata más al canda. Calle 12, número 160. ~ 8:88 i ~ i ~ 1 ~ ~~!~Jf~::;~~;~~~:~~~~~!::;~::~ FARM \C:::-:~U-:I~~REZ & e m~m ~:::~7:~!~~!::ci-1 ~~~ ~ ~ g ~~ cinco periódicos de la ciudad has!a que se PARQUE DE SANTANDi:R m do la ,.t cae'lon c.e ';"()d, (lase de m ~ a ~ o.!:: (;j J..~ termine el enargo. - w ~- I::Q ~ o '" \~ Las inscripCIOnes en los libros de la Pomada anlifllica del Cairo, admirable par ::. >. ...: a3 i ~~ Agencia pueden ser de tres clases, á qp~~~a,r$la.),so:ecas, barros y manchas de la cara. E A R T'lCUL OS DE VID R IO f) O ~ -C ~. saber: ~ - . .. Gotas ae Httngria.-Maravillosas para la lOS ~ m ':...~. ~(J) ~ ~ p J.~·.:::1. quSeimpuPeledaninsccorinPsCuiOI'tnarenla 100~erltiabryOS laP~rea. pulmonía y todas las enfermedades del pecho, ~ _ _ - \ L' u El frasco, $ 15· Docena, $ 160. qu~ tenemos á la venta en el Bazar Veracruz, ~\, e....J... ':N o o '" o manda los otros cl ientes. Valor de la ins- Elt.JCir de Ko/a y Coca.-Gran tónico ., exci- ::::.·:r --:.,~" ~ ~:-go :5~ J.~:::.~.I~ cripción $ x. tan te del vigor cerebral y musc.ular. Levanta las /888 2~ Ca He Real. R ~ • ¡:¡ '" \ ;1 fuerzas vitales agotadas por enfermedades ó por m E 1 b __ ~ ~ '::l ... ::r:: .¡:: Inscripción con derecho á ser publica- ~xcesos de cualquier naturaleza. El frasco, $40, . n ventas a por mayor a onamos gran- ~ &,'$:'!';,d ><::..., t:: o ~ da la oferta ó la demanda en Sábado y Li"illlmlo vmecialtO al mentol (con privüe- ~ des descuentos. r:~ ~ c...'. . cxx:> le: d d ~li~1 ~ l3 .~u<:: , '.. ~ ~j 01· C\l" ~ ~~. ~n los dos ultimos casos ebe dejarse $ 25· ~ . , d M d ,r ::1: ':N ...... ~'E b {~ un depósito de $ 10, que será devuelto Píldoras alltibiliosas de Cuba.-EI purgante g:gg 13ogota, 1? e ayo e 1903· g:g:¡g r~:..+:,..~ . ~~ l~'! a::J ~ ~ l ':::.I · Inmediatamente <:J.ue se de aviso de sus- ,~á.s fácil de tomar. Admi:able en los ataques ~ El Ger~nte LEO S. KOPP. ~ e ~ pender la inscripción. blllOSOS, enfermedades del hlgado, desarreglos de ~~ '~ i;\., ~ ~ e ~ v . '" Este depósito tiene por objeto que no la ~.?,~:tig;.:t~o/:.~c~~n~bf~~J¿~ce~i~n~~fi~~°cie Ca: ~~ MI . :\ ~~- ~.i ~- .,~- ')~T(fl~IS(~\f\~-r ~." ~. ~~·~~~~~m~. Ef¡ __ ~ (,." '~'ü ~ ~ e : se olvide á los clientes hacer saber á la VinO puro, aceIte de bacalao y carne Cle vaca. r:Jiff. \:' XX i:' >~as ~ ~, . . d hacaho. Agradab e ha ta pala tomarlo por pla ~ ..... . - <1) <1) >. .~ esta no sIga anuncIan o una cosa que ya cer, el me)' or rec Onstituyente conocido. La botc. ~r:.,:. ~. '~ .,. ~ _ '_: :§'" i3 ro... \J.. ~..~. : no lo debe iC la, $ 40. ~oce na, $ A40. (J) v ...., '" o.. J.~ Toda operación que se verifique por Pasta d~ Perci"·.-i n rival para blanquear los ~~ ...... ~ e "O ~ ~ 8 "i'~ intervención de esta Agencia y cuyo valor dientes y fortifi ca la encías. La caja, $ 30 Ji r, ~ ~> ~ ti 8 J.~. exceda de $ 5,000, da derecho al que lo Vdutjna ,,~ N '''-.-De blancura y adherencia '-J (J) 8 í~ incomparables. La caja, $ 30. ~~ e v rl ::J ~ ~~ verifique á una sU5cripción anual al Sá- Jarab~ d( East,}n ~al fosfato de hierro, quinina ;1- (¡) g. .... e <1) J.:~ baao, que sera remitido á domicilio en la y estricnina).- El frasco, $ 40, f:f ~ (J)~ ~ ~ ~ \~.., ciudad y por correo fuC!ra de ella. Pomada a1tticola. d~ Sa,. B¿rnardo .-·El pote, :!-.r~ t4:.>: <\G- E -r;I '<1) .:. La Ae'-': encia nc se hace cargo de nin- $ 1T5t"· J/tn d~ 'I1l·arcar su.1)~1"iort negra, nu se borra ~~ ~ e v v 1Il:.o .~ gUlla comISión que no haya sido inscrita ni daña las telas. El frasco, $ .5. fr( ~ E'~~ · 8 ~ ~~ en los libros y por la cual no se haya Polvos Daby, Ó la mejor purga para los caba· f;{ ~ t b > ~ .... ¿ .~ pagado la comisión correspondiente. líos y el ganado. El paquete, $ 8· f:~ ~ o.. ~ '.g o.. a~~ .~ I Las reclamaciones ante el Congreso, co ~o~as~ elie/rlcas para ~I dolor de muela. Ellras-fr.:.' r" l'\ . e III El ~ 13 ¡¡l ~~ I están á cargo de Miguel A. Peñarredon- Vi1lo pel /olla San Luis. - Botella, $ So ~ ~,~ e (J) o t: i da, antiguo Secretario ele la Cámara de __ ________________ _ ~t ~ ~ d ¡j J) ~ 1\ Representantes durante cinco legislatu- DE RECLAMACIONES contra el f~ ¡: ~ v '. ras. Gobierno de Colombia encárgase en ¿~ E 'éd' <1) .: Las reclamaciones por exaciones de Bogotá. Ti .... -c .: guerra están especialmente á cargo de F1ancisco G1"oof. ~ ) Federico Rivas Frade, Fiscal que fue de ~~~~~~rf" ¡~ ,. ~ la Comis~ón. ue suministros, empréstitos '-L-A-SU-E- R- T-E-E-'-N-i'-E-R-IT-A--- 'RoN VIEJO PRIMAVERA" y exproplaclOnesdurante ocboanos, Ventas por botellas, garrafones, dama juanas, y por mayor. , , La ao'encia de este ron es P.D la 1 Ca­lle de S~n Miguel, antiguo almacén de Anselmo Bustamante, hoy de L. J: A~a­< is, ~Sp~jrnlH.. p ~tróleo, etc. etc. Precios sin competencia ~~:aulbién se vend0 un farllOSO estante S'E AL()UIIL~N COCHES Dr. DA IEL ANGUlO O(RUJ i~ O-DENTISTA Profeso~ del olegio Dental-Bogota EJERCE GU P . FESION EN ESTA CIUDAD e ao: , a r:era S"eQumero 25 1 • . , : Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. 'EL COLOMBIANO' ~ .. §<)§()§<)§<§>§<¡§()§<§<>§<>§O§(>§<)§< ORACION FUNEBRE DI LA. SA.NTIDA.D DlU. SUMO PONTIPIC"B LEON XIII L.fDA. EN LA CATEDRAL PRIHADA DE BOGOTÁ, EL IX DE AGOSTO DIt 1903 por el Sr. Prebendado D. Rafael M. Carrasquilla Rector del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, individuo correspondiente de la Real Academia Espafíola -Qui fe&efit el doeuer¡t, /Jie ma%"us floeabitur iH fegno eoelorum. El que practique y enseñe, será llamado grar.de en el Rei­no de los Ciclos. M.A.TT. v. 19. Ilustrísimo Señof. Exulentisimo Seiio".. Una vez más me corresponde la triste, aunque edificante tarea ~e dic­tar ante vosotros, desde esta catedra, las lecciones fecundísimasde la muer­te. Sólo que hoy no se trata de un padre de familia que haya partido dejando viuda la esposa, sin apoyo los hijos, enlutecido el hogar, ni de un prelado diocesano cuya grey haya quedado huérfana de pastor, ni de un república insigne, bienhechor de la Patria j no es una familia sola, ni sólo una diócesis, ni una nación :-iquiera; el orbe de la tierra es quien se ha es­tremecido al oír la noticia infausta: el Papa LEÓN ha muerto! Cuando el Angel de la Eternidad, por orden de Dios, se inclinó respe­tUQSO sobre el lecho del Pontífice mo­ribundo y cortó suavemente el último hilo que ligaba aquella alma podero­sa con el endeble cuerpo, la campana mayor de la basílica de San Pedro vibró en los aires, la siguieron las de las cuatrocientas iglesias de la Ciudad Eterna; y, así como al caer la piedra en el estanque se van formando ondas concéntricas que llegan hasta las ri ­beras, así aquel tañido \ e tristeza fue extendiéndose por d universo entero; I y asordaron los dob' ,k 10$ bronces desde las torreS ,c~lil¡}as de . las gran- J des catedrales gotl l·as, y les respon. dió el esq uilón agudo medio llculto bajo el ,t1cro de: la capillit¡:¡ de cañ,tS y juncos alzil.d;¡ por el misionen> en los ¡;randes lagos donoe nace el Con ­go, ó al pie de la impoilente mole ca ronada rl{~ nieve , que es cuna del Nilo pe>rtcnt(¡-, .. A este COIl C!.·1 t. ' :';"~ ui ¡';i otro ¡.j),ís digno del P()lItífi,-,': "'1 ele los eiogios á su memoria , el de las lágrimas S0· bre su sepulcro. Putirá el ¡.¡allegírico de los ptÍlpitos oe las iglesias y de ia tribuna de los parlamentos, de los palacios de los obispos, y de las '. an­cillerías de reinos y repúblicas; se hallará en boca de creyentes é incré­dulos, grandes y pequeñGs, sabios é insipientes. Pasará por las columnas de las hojas volanderas y quedará en las páginas perennes de los libros. Hijo por el bautismo, la fe, las espe­ranzas, de la única sociedad cafólt'ca que existe; esposo suyo por la elec­ción al episcopado; padre por la en­señanza y el Gobierno, participa el Pontífice de las dotes de la Iglesia Romana y alcanza renombre, como ella universal, como ella indefectible. Se ha dispuesto que úna yo mi pa­labra débil á este imp"nente homena­je de alabanza5i. A veces, cuando apretado concurso colma la vasta nave de una iglesia, un niño pequeñito, en pie, juntas las manos; entre las de su madre, que arrodillada 1,; rodea con los brazos, balbuce una oración, repitiendo las palabras que le van dictando I.os !a­bios maternos. Aquella plegana m­fantil se pierde entre el coro de las voces adultas innumerables, pero lle­ga al trono de Dios sola y distinta, porque El oye las súplicas de los pe­queñuelos. Cuando el agricultor envía la tropa de robustos labradores á confiar la semilla al seno de la tierra revuelta por el arado, acaso alguna avecil~a deja caer en el surco un grano de tn­go de los que lleva en el pico. Ese grano, cubierto luégo, fecundado I;>0r el sol y la lluvia de Dios, germma como los demás, á persar de la exi-güidad del sembrador, y produce una ó más espiga doradas, cuyos frutos van también á las colmadas trojes del padre de familia. El elogio que voy á hacer será también una oraci6n, un hacimiento de gracias al Padre, autor de todo dón perfecto, porque hizo al Vicario de su Hijo tan grande y tan santo: y será plegaria no sólo de los labios, sino del corazón de quien, aunque perdidas hace años la inocencia)' la frescura de la niñez, conserva a lgo' de las ilusiones y mucho del cariño hacia todos los suyos, propios de los años infantiles. Dirá su oración repi­tiendo lo que aprendió de bocas más autorizadas que la suya, y procuran­do no apartarse de la Iglesia, su ma· dre, cuya ternura reclama no por bueno, sino al contrario, porque ne­cesita de sus cuidados y mimos. Será esta oración la simiente de la palabra evangélica, que todo sacerdo­te tiene obli '.ación de sembrar en los corazones cristianos, y si halla en este auditorio, por muchos · títulos ilustre, alguno que la quiera recibir, EL COLOMBIANO ción que media entre los designios de se cumplido en toela su extensión. los grandes hombres y el bre \'e espa .. Pedr , dice el Concilio Vaticano, cio de la vida de que disponen para hasta la épora presente y en todo realizarlos; ante lo imposible oe que tiempo, vive, gobierna y juzga en la el varón ilustre deje sucesor digno de persona de sus sucesores los obispos sí; ante el hundirse ele los proyectos de la santa Iglesia Romana, por él más grandiosos, de las más colosales fundada y consagrada con su san­empresas. gre." (5) La labor de cada pontífice Por fin, sobre todo en boca del es un episodio de la vida de Pe · ro ; egregio Obispo de Meaux, es lección Jos papas se suceden, el Papa es siel11- severa á los poderosos de la t ierra so- p re el mismo. Son ellos los anillos de brc " la pequeñez de la grandeza hu - oro de la cadena forjada por Dios mana," sobre la vanidad de todas las mismo, y que empieza el día en qut! venturas, de t0das las excelsitudes de J es ús, en carne mortal, entregó á Si­este mundo. I món, hijQ de Juan, las llaves del Rei- Nada de lo dicho es de aplicación no de los Cielos, y terminará el día de esüicta en el caso del Pontífice Jifun- la resurrecci\ín, cuando I último ele too La gloria de un papa-y entre los papas devuelva incólumes aque­ellos se cuentan los varones más in- Ilas mismas llaves á Cristo glorioso, signes con que la espec ie humana se i Imortal, sentado á la diestra de Dios ilustra-iba á decir que se eclipsa PaJre. ante la de la Iglesia de quien es jefe, La muerte de LEÓ T no produce ante la de Cristo, á quien re presenta tampoco escarmiento de la vanidad sobre la tierra. Pero nó: la luz que de las d ich¡¡s y las grandezas terrena ­despiden los papas es un rayo de! les. Llegado á la suma ancianidad, foco intenso y purísimo que, partien - en el recinto del maravilloso Vatica­do de Cristo, se refl eja en esa esposa no, su aposento y su lecho eran los suya que, al decir de San Pablo, no de un cenobita; pobre su mesa, bre-ritual de los que forman cortejo al Cordero ele Dios ' mudó el cau tiverio por la libertad, las inquietudes por la perfecta paz, el Vaticano por el Cielo. Pensaréis acaso que con semejantes reflexiones empequeñezco al que me he encargado de ensalzar. LEÓN XIII, aún considerado humanamente, fue grande, pero en él la sobrenatural aventaja á la natural grandeza. Dios ha lIamaelo magno al que practique y enseñe el Evangelio. Voy á eleciros las obras y las enseñanzas del eO're­gio Pontífice. El asunto es riql:lísimo y breve el tiempo de que dispongo; el cuadro que debo copial inmenso y angosta la tela en que es preciso di­bujarlo. Dejadme que ponga en pri ­mer térmi no algo bien defin ido, y es­fume 10 deméÍs del paisaje en vagas lejanías, á que vuestra imaO'inación d ' b ara cuerpo y colorido. .en todo caso, el mejor panegírico de un hom­bre es la imp~sibilidad de elogiarlo dignamente. A la muerte del Sumo Pontífice Pío I ·X, el mundo cristiano se cubrió de honda y sincerísima tristeza. Era en diez y nueve siglos, el papa qu; por tiempo más largo se había senta­do ed la Cátedra Romana; había es­trechado tánto los vínculos entre el sacerdocio y el pueblo fiel, entre los obispos y el Jerarca Supremo, entre las iglesias particulares y Roma! Era, además, tan paternal, tan bue­no; y tenía un título que le había da !.o el unive rso católico, y que con nadie comparte : le llamábamos el Pap::¡ \!e la Virgen Inmaculada 1 Terminados los funeraies, el Sa­g rado Colegio se reunió en Conclave para elegir nuevo pontífice ' y tres d 'l as .\!e,J;pu'es el concurso, ' apiii.ado ante el Vaticano, vio aparecer en una de . las galerías al Cardena l Caterini ." ) qUle:l pronun( 10 con voz vihrante la fórmula sacramental: "Os anuncio lIila g nll:de al :gría: tenemos por l'apa ~i F~lIlm(). y Rvdmo. Sr. Joa­q U 111 1 ccel, Cardenal Presbítero del título de San Crisógollo, quien ha tO!l I,ldo el IJom bre: ele LEÓN XI II." El c!cgidll el; :;a anciano de . scs<:nt \ y (lcho ;!J10S. Nacido de fami­I jji! il ustre, educado por los Jesuílas de i Viterho en ¡as letras bumanas y por .,' ¡ns m!lC!;tro ... insignes :le ~a l!niversi- . h d (,.1 c"('nana y la Saplentla en las I '!¡': i¡lilS, "ilfazó, ya sacerdote. la ca­I ·r~r;.¡ de j¡¡ prelacía, y rápi damente h.' a,;ce iHliclldo á gobernador de Be­c(:\' ento, á nuncio e il Bélgica, á Obis­p ,.le Perusa, ~ cardenal de la Igle­Sia H.omana: SI el tiem¡:ilt lo permi­tiera. os dlna sus triunfos en la Uni- I versidad: ,sus dotes de. gobernante en su le~'~clOlI, ~us m~n:Jos de recto y hab¡JIslmo dlplomatlco, y sus tareas de sabio, y su conducta como obispo mo<,!elo, como pastor incomparable! En los treInta y dos años que estu­vo al frente de la Diócesis de Pe rusa relativamente oculto á las mirada~ del mundo, jamás pretendió puesto de más importancia y nombradía. Alma fuerte, modesta, tranquila, en manos de D ios, jamás se dejó tentar producirá, fecundada por la gracia de tiene mancha, ?ti arruga, ni cosa seme­Dios, no obstante la exigüidad del jante, sino que es sallta é inmaculada sembrador, frutos de amor di vino, de (1). La historia de los pontífices ro­adhesión á la Iglesi a Romana, de manos no es una serie de biografías : anhelos por imitar, aunque de lejos, es la historia completa de la Iglesia. en estos tiempos de pequeñez, la Y, viceversa, no p:lede eseribirse ella grandeza del finado Pontífice; en sabia, filosóficamente, si 110 se com­época de relajación y de pecado, sus pone de las vidas de los sucesores de virtudes sobrehumanas. San Pedro. de ambición ni de vanagloria, y evitó, vísimo el sueño, ruda é incesante la como sabio, la peligrosa ilusión de labor, abrumadores los cuidados, nulo que en puesto más alto, conseguido el descanso. Sus ínt imos servidores por esfuerzo propio, se puede hacer hitn revelado que muchas veces, des- más por la gloria d ivin a y la santifi­pués de trabajar la noche entera, le cación .d e. las almas. Sabía que, si sorprendía el sueño cerca del alba, y aconteCImientos providenciales no ¡¡e­se le haliaba sentado ante la mesa, van al hombre á los cargos supremos, con los codos en e1ia y la frente entre es señal de que Dios no le ha menes­las manos, medio alumbrado por los ter en ellos; y siguió sereno sirvien­resplandores intermitentes de la luz do obscuramente al que no premia la próxima á extinguirse. Su vestido era importancia del empleo, sino el modo la sotana de lana blanca, menos blan- como se desempeñe. La semilla que pretendo sembrar Cada uno de ellos, cualesquiera es distinta de la que he regado en que sean la alteza de SllS miras, la otras ocasiones. La oración fúnebre amplitud de sus planes, la brevedad cristiana, género de oratoria que no de su reinado, deja su carrera perfec­desdeñaron Gregario Nacianceno, el tamente terminada, y á lIing uno fa ltó más teólogo, y Juan el Crisóstomo, el cosa alguna grande por hacer. Cristo más elocuente de los Padres ele la encomendó 'á Pedro-á él solo-que Iglesia, es, ante todo, un acto de jus- apacentase los cord eros y las ove· tieia, elogio á los mérito5l de los ser- jas (2) ; rogó por él para que no fal­vidores de Dios, preparación remota tase su fe (3), y prometióle estar á su á la sentencia severa de la Historia, jada todos los d ias hasta la consuma­sentencia nunca despreciable, porque ción de los siglos (4). Sin embargo, suele ser precursora fiel de otra sin pocos años después, Pedro muríó cru­apelación que pronunciará Cristo, cificado en la cima de J anículo. ¿ Qué Hijo de Dios vivo, cuando venga al de las promesas del Redentor? Háll­fin de los siglos, rodeado de sus án-geles, sobre las nubes del cielo, á juz­gar á los vivos y á los muertos. Es también la oración fúnebre un lamento ante la horrible despropor- (1)· Ephes., v,27. (2) loan., XXI, 15 et seq. (3) Luc., XXII, 32 , (4) Mat., XXVIU, 20. ca que sus cabellos, que el rostro En el Conclave, cuando entendió exangüe, que las trémulas y largas que su nombre obtendría la mayoría manos de marfil; y flotaba, sin ceñir- de sulragios requerida por las leyes 10 sobre el cuerpo encorvado por la de la Iglesia, se dejó sobrecoger de senectud. Sólo los ojos, de viveza y honda emoción; y el Cardenal Don­lumbre extraordinarias, revelaban el net, Arzobispo de Burdeos, que esta­alma so::,erana que vivía intensamen- ba á su lado, recogió del suelo la plu­te en aquella dé,"> il envoltura. ma que tenía el Cardenal Pecci en la Privado de la soberanía temporal mano, Y que dejó caer á impulso de desde el principio hasta el fin de · su i,llvoluntario temblor. Entonces rogó pontificado, vivió prisionero de su a sus compañeros que prescindieran d ignidad y su conciencia, en su pro- de su persona, y á muchas razones pio palacio; y al morir nada dejó te- que alegó su humildad, añadió ésta, rreno, fu era de su cuerpo venerando: fundada en su ancianidad y en las lo .trocó por la blanca vestidura espi- : graves dolencias físicas que lo aqueja­\ ban: NG pn;!paréis á la Iglesia para (5) Scss., IV, cap. n. '1 dentro de pocos meses una nueva Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. viudez; no la expongáis tan pronto á los peligros de una nueva elección! Como Pedro cuando iba andando so­bre el mar, tuvo un momento de des­confianza; oyó luégo la voz interior de Cristo que le decía como al Após­tol ; Modicat jidei, quari dubúasti? (6) Y al anunciarse el resultado de la elección, respondió con entereza que aceptaba el Pontificado supremo. La tarea gloriosísima de Pío IX fue llevar el inmutable dogma cristiano al ápice de su desarrollo exterior, y unificar la Iglesia, como nunca lo es­tuvo desde las edades apostólicas, en creencias, en aspiraciones, en afectos. Se la entregó á LEÓN XIII sabia, santa, fuerte interiormente y con aquella hermosura que no aparece por de fuera, y que es propia rle la hija del Rey: ~",nz's gl~rz'a jiNae 1'e­gz's ab 'ttttus (¡-); pero divorciac!a de casi todos los reyes y poderosos de la tierrra, que, como dice el salmo, se congregaron á una contra Dios y contra su Crz'sto, diciendo; hagamos pedazos sus ligaduras y arrojemos su yugo lejos de 1toS6tros (8) . "H ubo u n tiempo, escri be LEÓN xIII, en que la filosofia del Evangelio go­bernaba los estados. Entonces la fuerza y la divina virtud de la sa~i­duría cristiana habían penetrado en las leyes, instituciones, costumbres de los pueblos y en todas las clases y relaciones de la sociedad civil; en­tonces la religión de Jesucristo, firme mente puesta en el grado de di¡;ni­dac! que le es debido, flo recía por doquiera, gracias á la protección le­gítima de príncipes y magi~trados; entonces el !"accrd( cio y el imperio estaban ligados por dichosa concor­dia y por el amistoso cambio de bue­nos oficios." (9) En ese tiempo de que habla el Pontífice, la Sede Apos­tólica era el fundamento del Derecho de Gentes, el árbitro entre las nacio­nes, el juez sin apelación de las ine­vitables querellas entre los gobiernos y los pueblos. Aquellas prerrogati­vas las ejercieron los papas, en toda su plenitud , por cerca de seis siglos. i Qué moderador universal semejan­te á la Sede Apostóli <.:a, en quien la ciencia es prenda de acierto; la santidad, de justicia; la debilidad material, de perfecta equidad en la sentencia. Dejó el Papa de ser árbi­tro, y la paz se conserva entre l a~ naciones á poder de los ejércitos in­mensos que las van arruinando por modo lento, pero irresistible; y las disputas entre el soberano y los súbdi tos SP. traducen en Europa en las s',I­vajes manifestaciones socialistas, y en esta América, en las sediciones per­manentes ql1~ nos arruinan y de­grada!'!. LEÓN xlII, apenas coronado, conci­b~ ó el pensamiento de restituír á la Sede Romana el prestigio y la acción que había tenido en los siglos medio­evales; y principió á realizarlo, per­dida su sobreranía temporal, sin oro en las arcas, sin cañones ni fusiles en los parques, ni escuadras en los ma­res; yeso en el siglo que no adoró sino dos divinidades : el éxito y la fuerza. Acometió el Pontífice la em­presa, puesta la fe en Dios, con for­taleza sobrehumana, con suavidad invencible. Principió por magnificar y robus­tecer á los que pretendía por amigos. En los combates sangrientos de la guerra. lo mismo que en las incruen­tas batallas de la paz, quien apoca á su aliado con ánimo de crecer ante la pequeñez ajena, sucumbe sin remedio. LEÓN recordó al mundo, y explicó con lucidez absoluta, y fijó en forma irrevocable la doctrina de Cristo de dar al César h del César (!O); la del mismo Señor ante Pilatos: No ten­drías poder sobrl mí si 1JO te hubiera sido dado de arn'ba (1 I); la de San Pablo: iVo hay potestad que no vmga de Dios (I 2); la de la Iglesia en la se­rie de los siglos; y como consecuen­cia de ella condenó la que enseña á ser lícito alzarse en armas, con áni­mo de derrocarlos contra los gobier- 110S civiles. Y reduciendo á la prác- (6) Matt., XIV, 31. (7) Ps., xLIV, 14· (8) P. S. 11, 23. (9) Encícl., Imnorlale Dei. (10) Lue., xx, 25. (Il) Joan, XIX, Il. (IZ) Rom'l XlII, l. tica su enseñanza, cuando las circuns­tancias lo reclamaban, impidió á los católicos de España rebelarse contra la monarquía; á los de Francia, des­conocer la repáblica; á los de Irlan ­da, conspirar contra el gobierno de Inglaterra. Los soberanos, que sien­ten trepidar sus tronos al empuje ar­doroso y mal contenido de la revolu­ción que fermenta en las entrañas sociales, vieron en el Papa una fuer za, y, por razón ó por instinto de conservación propia, se apoyaron en él; y LEÓN obtuvo, en retorno, las perdidas libertades de la Iglesia. Ale ­mania derogó las leyes opresoras lla­madas vulgarmente de Mayo; Ingla­terra amplió el reconoci miento ele los derechos de los católicos; España llamó á las comunidarles re ligio"as expulsadas desde principios del siglo; Bélgica trajo al gobierno al partido católic<1J. Y todo ello se obtuvo sin una acción indebida, sin ningún me dio reprobado; sólo con recordar á soberanos y súbditos las máximas eternas cristianas. j Cuán cierto es que no hay política mejor que la jus­ticia, ni diplomacia mejor que la ver­dad! Procediera la Iglesia de otro modo, minaría su propia autoridad. La po­testad civil y la eclesiática vienen ambas de Dios, como de fuente su ­prema, aunque por caminos diversos; y el que desconoce los derechos de la t.:na, pronto se subtraerá á la obe­- diencia de la otra. La Revolución francesa de 1789 empezó por una prote ~ ta contra los abusos elel trono, y acabó por clerr;bar los altares. El Pontífice que, con tanta entere­za, defendia los de rechos de los so­bera nos, no podía hacer menos con 10$ ele la Silla Apostólica sobre sus dominios temporales. Había sido co ­ronado no sólo Papa, sino Rey; no con una sino con tres coronas. No era monarca, como elijo aiguien de Enrique IV, por derecho de conquista y por derecbo de nacimiento, sino por derecbo de donación y IJor derecho de sufragio. Los Estados PontIficios no son de la persona del Vicario de Cristo, sino de la Sede Romana, del mundo católico, que tiene pleno de­recho á que su jefe disfrute de la li ­bertad que necesita para gobernarlo. Desde su primera Encíclica renovó ya LEÓN XIII las protesta5 de Pío IX contra las usurpaciones pio.lll ontesas; y para unir la acción á la palabra, se constituyó prisionero voiuntario de su residencia, y nunca salió de ella en I@s largos veinticinco años de su reinado. Bien sé que hay hombres que sonríen al oír hablar de la pri­sión del Papa, porque piensan ell la amplitud y esplendideces del Vatica­no; porq ue saben que la escala re­gia que da á la columnata de San Pedro está franca noche y día para el Pontífice. j Pobres almas, que no sólo no estiman la santa, la dulce libertad, sino que ni siquiera la conocen; é imaginan que sea consuelo al que la pierde el dorado que cubra los muros de la cárcel! Almas ignorantes de que á un hidalgo, á un cristiano, á un rey, á un sacerdote, le son más obs­táculo las leyes del respeto y el de­coro que las gruesas cadenas fijadas á la piedra, y que las paredes de gra­nito, y que las puertas guardadas por centinelas redoblados! Cuando se hizo patente el resulta­do de la política de LEÓN XIII, eq fa­vor del prestigio de la Santa Sede, fue en las solemnidades del Jubileo sacerdotal del Pontífice Supremo. ] a­más, acaso, desde que el mundo exis­te se había visto un movimiento igual para glorificar á un hombre. Gobier­nos y pueblos se apresuraron á en­viar cartas y embajadas y peregrina­ciones y dádivas espléndidas: cató­licos y protestantes; y los de Orien­te, separados hace diez siglos de la obediencia de Roma, los discípulos del Córan, los adoradores de B~aha­ma, los que creen en las doctrinas de Budha, los que tadavía adoran en ídolos; los países de Europa refina­da, las repúblicas de una y otra Amé­rica, las petrificadas asiáticas nacio­nei, las ordas recién descubiertas dei Africa central. Vinieron dones del Asia menor, donde estuvo la opulen­ta Tarso, de las islas oceánicas, de las tribus árabes errantes, de Abisinia, que se gloría con sus monarcas des- EL COLOMBIANO cendientes de la Reina de Sabá. Re­ges Tharsú ct illsulae mltneyfZ offerent, teges arabum et Saba d01za addzt ­cmt. (13) Fue una nueva Epifanía, manifestación de la gloria de Cristo ante las naciones; visita de los reyes, homenaje á la divina humildad, no en la persona del r:iño recién nacido en Belén, sino en la del anci:mo, vi­cario de aquel niño que es Dios. Con los dones incontables que re­cibió LEÓN III formó aquella mara­villosa exposición, testimoni) de la veneración del orbe, y certamen de todos los adelantos del género huma­no en letras, ciencias, arte, industria é inventos portentosos. Todas aque­llas riquezas volvieron á esparcirse por el mundo, en forma de regalos á igl~sias y establecimientos de caridad de todas las naciones y sobre todo á las misiones entre infieles. En el sitio más noble de la exposición, entre un inmenso joyel de cristal de roca, don­de se veían los presentes de los sobe­ranos, irradiaba, como una constela­CIón, el regio pectoral de brillantes, enviaLio, en nombre de la nación en ­tera por el Presidente de Colombia. ¡Cómo nó, si á nuestra patria amada dio LEÓN xIII las pruebas más delica­das de paternal cariño! Olvidó pasa· dos extravíos, abrióle con amor los brazos, y celebró con ella, precisa­mente en los días del Jubileo papal la convención vigente, en que llevó el Pontífice la condescendencia con nosotros hasta el preciso límite de sus sagrados deberes de past0r. Al recordar aquel acto, j cómo olvidar á 105 colombianos que fueron parte á la reconciliación de la Patria con la Ig lesia ! Permitidme que, á 105 diez afias de muerto el Presidente que ll evó á cabo la transformación y san ci onó el COl'lcordato, tribute una vez más, desde este púlpito, homenaje de respeto y gratitud á su memoria. LE6N xIII nunca se ha olvidado de nosotros; y cinco diócesis nuevas, tres arqu idiócesis, un vicariato apos­tólico, y el título, raras veces conce­dido, y los honores de Primado de Colombia otorgados al Arzobispo de Bogotá, son muestra de su dilección á esta República, descarriada á veces, pero católica hasta el alma. ¿ V éis cómo ya los reyes no se contentan con enviar á sus embaja, dores, sino que van en persona á ren­dir homonaje al Vicario de Cristo? No son únicamer.te los monarcas ca­tólicos; sun el de Suecia y Noruega, el de Inglaterra poderosa; dos veces el Emperador de la vencedora Ale­ma .. ia. Ni habréis olvidado tampoco cómo aquella nación puso en manos de LE6N xur su disputa con ESIJaña en el asunto de las islas Carolinas; y cómu, aunque el fallo fue favorable á ~u rival, lo acató respetuosa, agra­deció la mediación y condecoró con la más noble de sus cruces al Secre­tario de E .tado del Pontífice. El que, sin conocer la vida y ca­rácter de LEÓN XIII, me haya segui ­do hasta aquí, podrá imaginar, por lo que he dicho, que fue el Pontífice egregio cuya muerte estamos deplo­rando, político terrenal, adorador del éxito, adulador de los grandes, des­preciador de los humildes y peque­ños. Todo lo contrario. Papa, quiere decir padre, y el Obispo de Roma es Vicario de Cristo, nacido en un pe­sebre, enyiajo por Dios, su padre, á evangelizar á los pobres, hijo adopti­vo de un carpintero, en cuyo taller trabajó para ganar el pan con el su­dor de la frente; amigo de los niños y de los humildes y de los pecado­res arrepentidos; elector de sus apóstoles entre la clase ínfima de la sociedad judía, muerto en la cruz, sepultado de limosna; y que no se presentó en el pretorio de Pilatos y en el palacio de Herodes, sino lleva­do por soldados, en calidad de reo, con las manos atadas con cordeles. El sacerdote no puede buscar el tra­td de los reyes, sino para abogar por los intereses de los súbditos, ni ser amigo de los grandes sino para servir á los pequeños. LEÓN xIII fue el Papa del pueblo. Su mesa costaba de dos á tres liras por día y sus limosnas ascendían á tres millones por año. En los prime­ros días de su reinado, conmovido con la suerte de la heroica é infortu­nada Irlanda, le envió no un simple nuncio sino al eminente Cardenal Franchi, Secretario de Estado, á que palpara las necesidades y miserias, aliviara á los pobres, fortificara á los débi les, hiciera saber á los católicos hijos de Erín, que el Papa apoyaba sus reinvidicaciones y anhelos, pero rogándoles que se mantuviesen en el terreno constitucional que su liberta­dor O'Conell, el egregio, les ha­bía enseñado con palabras y ejem­p los. No hubo en la redondez de la tierra miseria ni infortunio á que el Pontífice no acudiese con palabras de amor y auxilios materiales eficaces. j Si ni sus mismos enemigos pudieron librarse de sus efuerzos misericordio­sos! Cuando el ejército italiano su­cumbió en Adua, y cayó prisionero, casi en su totalidad, en poder del Rey de Abisinia, LEÓN xIII sinti:> que eran europe05 en manos de afri­canos, católicos, obligados al servi­cio militar, en poder de cismátimos, nativos como él de la Península ita­liana, con madres, con hijos, con es­posas, sumidos en hondísimo pesar; oyó el grito de ] esús crucificado: Pater domitte z'llis, non em'm sciunt qzúdfacizmt (14), y escribió al Negus Menelik aquella carta admirable, pal­pitante de emoción y de lástima á que respondió el abisinio en términos tan prudentes, justos y elevados, que se los h ubieran podido envidiar mu~ chos gobernantes europeos. j Padre Santísimo! No olvidásteis á hs ?obres negros africanos, hijos de Adán como los blancos, redimi­rlos también con la sangre de Cristo! Por vuestra iniciativa se suprimió la esclavitud, el crimen nefando LÍe la esclavitud, en el Brasil; y se fundó nueva orden militar en Argelia, la de los Padre blancos, no para recobrar el sepulcro del Salvador, sino las al­mas que Él rescató con su muerte. Mas el rasgo dominante de LEON XIII, en favor del pUf'blo, el que lo hizo bienhechor por excelencia de las clases desvalidas, fue su Encíclica Ruum n01I arzt1n, sobre el tremendo problema social. No es de este lugar exponéroslo, y sólo diré que solo dos medios se habían empleado para de­satarlo ; los escritores socialistas des­de su abrigado y elegante gabinete de esturlio, hacían de memoria cua elros horripilantes de las miserias po­pulares, para embravecer las iras COl'tra las clases elevadas; y los go­biernos reprimían, á viva fuerza, las algaradas comunistas, cada año, pre­parándolas para que reapareciesen al siguiente con nuevo, redoblado en­carnizamiento. LEON XIII expuso sobria y exactamente el problema por sus dos faces contrapuestas, hizo justicia á muchos de los reclamos de obr-:!ros infelices; y no se paró ahí. Las hermosas palabras son hojas que se lleva el viento, las frases he{:has son metal que suena, campana que retiñe. El Papa señaló el remedio, y lo puso por obra, por medio del epis­copado y de sociedades imponentes de católicas. El mal no está extirpa­do, pero sí aliviado en mucha parte; y ",e han enjugado muchas lágrimas, corregido grandes abusos, calmado muchos dolores y miserias. j Feliz LEON XlII, que llegó al Tribunal de Dios, si desnudo de gradezas terre ­nales, vestido de obras buenas y lle­vando por credenciales las bendicio­nes de miles de obreros, de millares de familias redimidas! Si fuera á pintar el cuadro com­pleto del pontificado que terminó, apenas estaría en el principio de mi discurso. Antes que rey, antes que padre de los pueblos, el Papa es pas ­tor de las almas. Las labores que he descrito fueron lo secundario de su vida. Y, sin embargo, pasaré casi sin tocarlas sobre las obras pri ncipales de LEON XIII. He pretendido ca­racterizarlo, y me he detenido sobre lo menos común en él con sus augus­tos predecesores. Lo que dejo sería asunto de otra oración fúnebre más rica de materiales que esta imperfec­tísima que estoy procurando hacer ante vosotros. Ante todo, extendió las fronteras de la Iglesia, ó mejor dicho, las su­primió haciendo que se encontrasen (14) Luc., XXIII, 34, las del Oriente y el Ocaso al ensan­charse en la redondez del globD. FQr gestión directa del Papa ante el Shah, se establecieron cristiandades en la Persia; penetraron los misioneros, mediante cartas al Hijo del Sol, al interior del vasto Imperio de la Chi­na, llegaron á todas las islas de Ocea­nía, y siguieron de cerca, en el CGn­tinente negro, las huellas de Livi.I:g$­tone y las de Stanley. Doscientas cincuenta y cuatro se­des nuevas fundó LEO N XIII en el mundo durante su reinado; pero su esfuerzo más noble de propagan­da, fue el de atraer á la unidad las descarriadas iglesias cristianas de Oriente. Fundadas por los Apóstoles, ennoblecidas con sangre de mártires, ilustradas con los escritos inmortales de San Atanasio y San Basilio y con la insuperada elocuencia del Cris6s­tomo, cunas de la vida cen0bítica, perdieron, en mala hora, la savia de perpetua juventud que sólo la unión con Roma es poderosa á transmitir, y se conservan hace diez siglos enve­jecidas, fósiles, sin dar un paso ade­lante, sin teólogos, sin oradores, sin misioneros. Dos veces, en siglos an­teriores, se acercaron á la Sede de Pedro, en los Concilios de Lyon y de Florencia, y ambas volvieron á sepa­rarlas del centro de la fe, la sutileza de entendimiento y las desccmfianzas de carácter propias de los grie~os degenerados. Con mejor consejo, LEON XII 1 fue atrayendo, paso á paso, á poder de persua.::ión y dulzura, y de la prome­¡; a fielmente cumplida de conservar­les ritos, disciplina y privilegios, gru­pos más ó menos importantes de crist~anos extraviados: griegos, ar­memos, coftos, siros y jacobitas. Fá­ciles de atender, robustecer é instrliír, por lo corto de su número, se han ~do agregando unos á otros y son ya mgente muchedumbre; y la Iglesia oriental, como tronco centenario de­capitado por la tormel'lta, pero hinca­do con nuevas raíces en el sue o vir­gen de la montaña, se ha cubierto de frondosos retoñ'os que ya han p ro­ducido frescas fiores y dará 1, no muy tarde, frutos sazonados. Ni ha olvi ­dado LEON XII I los demás p ueblos disidentes. Estableció la jera uía católica en Escocia, en los p rincipa­dos del Danubio, en el ]apón,·,ya fuerte y próspero, auaque recién na­cido á la cultura y adelantos moder­nos. ¿ N o recordáis la profunda en­cíclica á los ingleses, recibida en la Gran Bretaña con respetuosa admi­ración? El que planta no es ,zada, y nada el que rz'ega, sinlJ todo es Dios que da el incremento (15). Por eso puso LEON XII I sus obras de propaganda bajo el patrocinio .intercesor de los santos, que en otro tIempo fueron luz de las naciones, sentadas hoy en tinieblas y en sombra de muerte. Extendió á toda la cristiandad el culto de Agus­tín, apóstol de Inglaterra; el de Jo­safat, oriundo de la que es hoy Rusia europea y mártir de la fe; de Cirilo y Metodio, evangelizadores de Mo­ravia, Bohemia y Bulgaria, y funda­dores de h li~ eratura eslava, tan en boga hoy por su frescura en el can­sado Occidente. Dio el título y culto de Doctores de la Iglesia universal á los dos Cirilos, el de Jerusalén, autor de las famosas CathecMses, donde es­tán refutadas de antemano todas las herejías de los modernos tiempos, y el Alejandrino, asertor invicto de la maternidad divina de María; á Juan el Damasceno, precursor de San­to Tomás en el método para enseñar la teología cristiana, y á Beda el Ve­nerable, gloria de la Gran Bretaña y uno de los que civilizaron la Europa meridional, después de las irrupcio­ciones bárbalas. La fe, dice San Pablo, viene del oído; el oído, de la palabra de C,is­to (16) Mas, ¿cómo creerá1un El, si de El1zada han oído hablar? ¿cóm80irán hablar de El si no se les predica? y, ¿ cómo habrá predicadores si nadie los envía? (17). Penetrado de la verdad de estas palabras del Apóstol, LEÓN XIII multiplicó el número y la cali­dad de los obreros evangélicos. Fun­dó en Roma varios nuevos Colegios, (15) l. Cor., ILI, 7. (16) Rom, x, I7. (17) lbid. 14, IS. Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Escuelas y Facultades para la ense­itanza del clero secular; dio sapien­tísimas reglas para la dirección de lc>s Seminarios, y fue decidido amigo, padre y protector de las órdenes y congregaciones religiosas. Aquí, en este recinto, veo dignos representan­tes de algunas de esas instituciones sagradas, tan dignas del respeto y el amor de toda alma verdaderamente católica. ¿ Cuáles de entre vosotros fueron más favorecidos del Pontífice, cuáles tuvieron en su corazón el pri­mer puesto ? Si os fuera dado res­ponderme, todos reclamaríais la pre­ferencia. Vosotros, que lleváis el nom­bre y seguís las reglas del sapíentísi­mo Agustín, diríais, cómo LEÓN XlU dio la primacía á vuestro institator egregio sobre todos los Santos Pa­dres de la Iglesi'l; cómo vosotros tu­visteis en el Palacio Apostólico el puesto más cercano al Vi~ario de Cristo, en las funciones más tremen~ das de su ministerio sagrado; cómo uno de los vuéstros administró el pos­trero sacramento al augusto moribun­do y. le abrió las puertas oe la luz sempiterna. Mas, ¿ qué no podríais decir, oh hijos de la veneranda reli­gión de Predicadores del Papa del Rosario, del que ha hecho oe vue!;tro Angélico Doctor el oráculo del mun­do? Contábais al santo anciano en el número de los miembros de vuestra Orden Ter, era, que él extendió por todo el mundo, discípulos humildes del Santo de Asís, del único que ten­drá en su cuerpo, después de la resu­rrección, las llagas sacratísimas de e rit o. A los soldados de la Compa­ñía de Jesús, vanguardia del ejército de la fe, les devolvió los .. ntiguos privilegios perdidos por la supresión y no renovados, como antes, por los predecesores de LEÓN XIII. Es pre­cis$ ser Papa, dijo un día, para cono­cer el valor y la importancia de los Jesuítas en favor de la causa de Dio,> y de su Iglesia. Los salesianos, bene­méritos de la caridad entre nosotros, le atribuyen, con razón, el prodigioso desarrollo de su incipiente instituto. ( Quién elevó á la gloria de los alta­res al humilde sacerdot~ que creó la congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas? y a tratarse de las labores de LEÓN XIII, me falta casi todo por decir. Pero basta: es preciso aprove­char el corto tiempo de que aún dis­ponemos para hablar del maestro, del doctor un:versal. El que e1tseñe, será llamado grandt'. Los que educa?l m la justicia á muchos, brillarán como ,stre­llas en perp,tuas eternidades. (18) 1 1 Jesús, Verbo de Dios, hecho car­ne, es no sólo Redentor del linaje de Adán, sino luz verdadera que ilu­mina á todo hombre que lIime á este ",zmdfl (19). Al tonstituír á San Pedro Jefe de la Iglesia no sólo le confió el cuidado de apacentar la grey, sino el de con­firmar en la fe á sus hermanos (20). Antes de subir al cielo, dio, como postrera recomendación, al Pastor su­premo y á los pastores secundarios, la que en estas palabras se contiene: Predicad el E'l'angelio á toda cria­tura (21). El sucesor de Pedlo es infalible en su enseñanza. Así lo dice la Escritu­ra; así 10 definió el sacro Concilio del Vaticano. Mas esta prerrogativa no se extiende á que Dios inspire al Papa en la elección de los asuntos, ni en la forma que dé á sus enseñanzas. Se limita á preservar al Pontífice sumo de cualquier error, "cuando hablan­do ex catludra, esto es: desempeñan­do para con todos los cristianos sus oficios de pastor y de doctor, con su autoridad apostólica suprema, define que alguna doctrina relativa á la fe ó á las costumbres debe de ser creída por la Iglesia universal" (22). Fuera de la inmunidad de todo yerro, los documentos emanados de la Sede Romana, llevan el sello del talento, la ciencia, la discreción, la caridad de cada uno de los vicarios de Nuestro Señor Jesucristo. En LEÓN XIII podemos, pues, t!~l 20] 21) :n] , Dan. xII, 3. Joan., I, 9 . . Luc., XXII, 32. Marc., xv, 15. Conc. V. tic., Sess., lV,

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El Colombiano: periódico político, religioso, literario, noticioso y de variedades - Año III N. 263

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