La infancia es muchas cosas a la vez: un territorio de descubrimiento, un espacio vulnerable, un universo propio donde caben el asombro, el miedo, la ternura, el juego y las grietas que nos marcan.
Para algunas personas la niñez es un recuerdo luminoso; para otras, un momento donde la vida se abrió paso entre ausencias, silencios o violencias. Aunque diferente, lo que sí compartimos es que todos pasamos por ahí, y de alguna manera, seguimos regresando.
Escribir para sanar
¿Cómo se cuenta una vida llena de privaciones sin caer en el lamento?
Algunas historias permiten entender la ciudad desde quienes la vivieron en sus márgenes: niñas y niños que crecieron entre carencias, desplazamientos y vacíos. Sus relatos muestran cómo se aprende a sobrevivir sin o pocas herramientas, cómo se observa la injusticia sin comprenderla del todo y cómo la memoria organizada en forma de cartas o fragmentos puede convertirse en un modo de explicarse la vida.
Emma Reyes lo logra en 'Memorias por correspondencia' con una escritura ligera y llena de vida. En sus cartas, ser abandonada junto a su hermana en un convento no es solo un hecho triste; es una aventura llena de personajes y detalles que solo la mirada de una niña puede captar.
También es un documento que recorre espacios reales de Bogotá y muestra problemas estructurales —la huerfandad, la violencia cotidiana, el maltrato— desde la experiencia concreta de una niña. Su valor está en la honestidad y en la manera en que permite comprender la ciudad desde sus fisuras.
Es una lectura potente, directa y muy humana que demuestra como el ejercicio de escribir es una forma de darle sentido al caos.