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Más allá de La Vorágine

Encuentra distintas ediciones de la novela de José Eustasio Rivera y explora otros recursos relacionados que expanden los temas tratados en este clásico de la literatura colombiana.
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    Creador Marco Neftali Cortes Ramirez
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Dos cartas personales

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1918

La Biblioteca Luis Ángel Arango conserva estas copias de dos cartas que José Eustasio Rivera escribió el 1 de julio de 1918 desde Orocué, a donde viajó para resolver un litigio judicial que asumió ese mismo año. Ambos documentos están escritos a mano en hojas membretadas con el sello de la oficina del autor, “Rivera & Co. Abogados. Bogotá”. Los originales de estas cartas hacen parte del archivo personal de Camilo Orbes, investigador y profesor nariñense que también hizo parte de la Academia Huilense de Historia. Las cartas pertenecían a Carlos Arturo Díaz, esposo de “Susanita”, una de las corresponsales de Rivera en las cartas, quien luego se las cedió a Orbes. Como comenta Orbes (1980), las cartas dan cuenta de las relaciones afectivas de Rivera o de algunos rasgos de su personalidad. El autor resalta en ambas cartas el nombre de Susana Rubio Millán, quien, según biógrafos como Eduardo Neale-Silva (1960) y amigos personales de Rivera como Ricardo Charria Tobar (1963), fue una de las pocas mujeres con quien el autor mantuvo un vínculo cercano caracterizado, además, por una inspiración idílica y platónica (Orbes,1980). En la primera carta le escribe a ella —a quien se refiere como “Susanita”—, a sus hermanas y primas, y a cada una le dedica un par de líneas. La segunda está dirigida a la madre de Susana, doña Susana Millán de Rubio, a quien le pregunta por su hija, pues no ha recibido respuestas a los múltiples telegramas que le ha enviado. Años más tarde, Susana Rubio se casó con el abogado e historiador Carlos Arturo Díaz. Escritas durante uno de los primeros viajes de Rivera a los llanos, estas dos cartas hacen parte de la obra dispersa de Rivera que se ha intentado reunir en volúmenes y antologías editados en su mayoría por universidades como la Javeriana o editoriales regionales. Son, también, unos de los primeros registros del género epistolar, al que Rivera le dedicó buena parte de su tiempo, sobre todo en sus últimos años. Algunos críticos y estudiosos de la obra y figura de Rivera (Neale-Silva, 1960; Valbuena-Briones, 1962; Pachón, 1993; Herrera, 2009) coinciden en que, si bien desde principios de la década de 1910 Rivera ya escribía cartas detallando sus procesos creativos y viajes, tras la publicación de La vorágine y su papel en la Comisión de Límites de 1925, el autor apeló a este género para dar sus batallas políticas, literarias, sociales y personales (Pérez Silva, 1989).
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Dos cartas personales

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Polémica entre José Eustasio Rivera y Eduardo Castillo

Por: José Eustasio Rivera | Fecha: 1953

Este ejemplar de 89 páginas es un compendio de las polémicas que José Eustasio Rivera mantuvo con el crítico y escritor Eduardo Castillo. Se trata de una serie de artículos, entrevistas, réplicas y contrarréplicas que sintetizan las discusiones que ambos mantuvieron. Las polémicas que se recopilan en este libro versan fundamentalmente sobre poesía y se basan en las imágenes, estructuras, temas y acercamientos que Rivera propuso en su poemario Tierra de promisión. La mayoría de estas discusiones, como se evidencia en los registros de archivo y en la información del texto, se dieron en periódicos y revistas como El Espectador, Gil Blas y Cromos, tres de los medios más leídos por la élite ilustrada de principios de siglo XX en Colombia. Entre las cartas, críticas y réplicas de este ejemplar están las que Castillo escribió en 1921 a propósito de una entrevista que ofreció Rivera en Lima mientras hacía parte de una misión diplomática. Allí, Castillo acusó al autor de La vorágine de denostar de su país, y criticó fuertemente la consagración que el entonces joven poeta se ganaba entre la cultura letrada de la Colombia de los años veinte. “El señor Rivera, además, es, lo mismo que Chocano, un cantor de cosas desmesuradas y sublimes. (...) Su musa inspiradora calza pesado coturno, al paso que la musa moderna, ceñida de aladas sandalias, pasa sobre el polvo de la tierra sin rozarlo” (p. 16), escribió Castillo en Cromos. Rivera respondió más tarde desde las páginas de El Tiempo: “Los engañados acerca de mi obra son otros, yo no: sé cuánto me falta, sé a cuánto aspiro. (...) Ni paraísos artificiales, ni halagos del mundo bohemio, ni éxitos en veladas, ni laureles implorados figuran en mi carrera” (p. 30). Desde Cromos, Castillo replicó: “Sí. Eres vanidoso, lo cual equivale a decir que no tienes orgullo, ya que entre éste y la vanidad hay una diferencia esencial, casi un antagonismo” (p. 37). Rivera acudió de nuevo a El Tiempo para defenderse: “He desafiado peligros que, de ser confrontados por ti, habrían excedido el pavor que tú mismo te inspiras. ¿Deseas una prueba objetiva de mi masculinidad? Párate junto a mí para que nos vean: pareces un zancudo pegado a un hombre” (p. 45). Este tipo de polémicas y de discusiones en el seno de la cultura letrada dan cuenta de las condiciones de recepción y circulación de la obra de José Eustasio Rivera desde que publicó su primer libro, Tierra de promisión. Si bien Rivera se hizo a un reconocimiento considerable desde que publicó sus primeros poemas, un segmento de la cultura letrada nacional consideraba que su trabajo no era meritorio. Las polémicas literarias fueron una práctica común de la cultura impresa en Colombia que se remontan a las tertulias de la Nueva Granada y cuyo culmen se encuentra en las publicaciones literarias de la segunda mitad del siglo XIX como el Papel Periódico Ilustrado o La Miscelánea (Laverde, 2013). Esta polémica entre Rivera y Castillo hereda esas prácticas de intercambio cultural y muestra el panorama de la discusión cultural a principios del siglo pasado en Colombia. Eduardo Neale Silva (1960), biógrafo de Rivera, afirma que: “los asertos de los dos atacantes nos sirven para recrear el ambiente literario de una época y apreciar su significado como parte integrante de la vida colombiana”.
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