Toda su fama la tuvo en vida cuando, en Paris, enalteció su opera: "Robert le diable", "Le Prophéte" o "Les Huguenotes". Un joven alemán, desconocido en ese entonces que intentaba hacer parte del inmenso mundo de la ópera y se dedicaba a escribir reseñas. Meyerbeer fue comparado con Mozart y con Beethoven, y fue grande en su época a diferencia de Van Gogh, Poe o Kafka.