Por:
Bogotá Universidad Libre
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Fecha:
2019
Este artículo aborda el nuevo papel que la bicicleta está adquiriendo en numerosas ciudades como modo de transporte urbano sostenible, tras décadas de ser considerado solo una opción residual. Los cambios socioeconómicos de los últimos años y las nuevas sensibilidades y demandas de la población están haciendo posible la reincorporación de la bicicleta no solo en los espacios tradicionales, como en los países del norte de Europa, sino en otros sitios menos habituados. En este contexto, la investigación buscó valorar la accesibilidad de la población a diferentes infraestructuras específicas para la bicicleta, como los carriles-bici o las estaciones del sistema de bicicleta compartida, empleando como caso de análisis la ciudad de Zaragoza (España). El análisis se basó en la valoración de la accesibilidad de la población, de los equipamientos urbanos y de la intermodalidad con otros modos de transporte sobre las infraestructuras ciclistas. Los resultados se presentan mediante una cartografía temática, lo que permite visualizar e identificar diferentes situaciones en la ciudad. Como conclusión principal, el modelo de infraestructuras ciclistas de Zaragoza ha permitido incrementar la cuota modal del uso de la bicicleta, lo que muestra la utilidad de un diseño adecuado de las infraestructuras ciclistas en las ciudades.1. IntroducciónEn la sociedad actual, las políticas de movilidad se han esforzado por reducir la proporción de desplazamientos realizados en vehículo a motor, fomentando la movilidad urbana sostenible [1], sustentada en los desplazamientos a pie para recorridos de proximidad, en bicicleta para los recorridos de media distancia y en transporte público para mayores distancias [2]. Uno de los objetivos de estas políticas es buscar una accesibilidad sostenible de la población a los servicios y equipamientos [3], lo que redunda en una mejora de la calidad de vida de la población y de las condiciones ambientales de las ciudades [4].En la transición de las ciudades hacia una movilidad más sostenible, la bicicleta desempeña un papel principal, ya que permite una gran flexibilidad y eficiencia [5]: abarcar distancias medias de forma rápida (evitando posibles atascos de tráfico a los que también se ven sometidos determinados transportes públicos), autonomía en los desplazamientos (pues se evita la dependencia de los horarios del transporte colectivo) y únicamente requiere la inversión inicial en la bicicleta.En Europa, donde el uso de la bicicleta formaba parte de la movilidad habitual de numerosas ciudades en países (como Holanda, Bélgica, Dinamarca, Alemania, Francia o el norte de Italia), a partir de la Segunda Guerra Mundial se produjo un cambio importante en la movilidad urbana y metropolitana a favor del automóvil [6]. Sin embargo, la crisis del petróleo en la década de los setenta, unido a un periodo de contestación y cambio social, hicieron que la bicicleta resurgiera, en determinados contextos, como una alternativa real de transporte [7]. De este modo, y tras varias décadas de decadencia [8], la bicicleta pasó de ser una actividad de ocio o de movilidad residual a suponer un elemento de creciente importancia en los desplazamientos urbanos [6].Esta transformación sociocultural, centrada en la demanda de hábitos de vida más saludables y sostenibles con el medio ambiente, se inició en los países del norte de Europa, en especial en ciudades que hoy son auténticos referentes mundiales para la movilidad urbana sostenible como Copenhague [1], [9], Ámsterdam o Utrecht [10], [11]. Este cambio de tendencia se ofrecía como parte de la solución ante los crecientes problemas de contaminación, atascos, encarecimiento del precio de los combustibles o demandas ciudadanas ante una mejora en la oferta de transporte público. Del mismo modo, se dieron cambios en otros espacios europeos y americanos.